El Desorden Informativo en la I Guerra Híbrida Mundial

 



El Desorden Informativo en la I Guerra Híbrida Mundial

Desinformación, ni mentira ni verdad, posverdad


Nuestra actualidad nos encuentra atravesados por lo que se ha venido a llamar el “desorden informativo”, como un bombardeo diario de información imposible de procesar y formarnos una clara idea sobre la verdad o falsedad de algún hecho de relevancia pública; ésta imposibilidad, es el primer indicador de su éxito; su nominación, señalamiento, omnipresencia pero falta de diagnóstico, un segundo indicador; en tercer lugar una especie de desdén de obligada inserción en el debate público a través de cualquier tipo de medio de comunicación que trate temas controvertidos; dejando entrever la carga descalificativa en dirección al bando contrario al del “experto” consultado o de quienes consultan; lo que contribuye a profundizar la desinformación, al no explicitar que la visión expuesta no deja de ser un punto de vista, montado en alguna especie de única voz autorizada de acuerdo a las credenciales que exhibe o las instituciones que adscribe.

El fenómeno desinformativo sería imposible sin la existencia de otros términos en la escena pública actual, las famosas fakes news como segundo fenómeno y un tercero mucho más antiguo que los dos anteriores y que no podemos soslayar, la propaganda; la combinación de éste viejo término aparentemente en desuso con aquellos nuevos, como las fake news, apoyada por el acceso masivo a internet como su vertiente  tecnológica y que funda un nuevo tipo de relación del público con la información con la siguiente características más sobresaliente en su vertiente epistemológica o social: la de una creciente indiferencia sobre la verdad o falsedad acerca de tales informaciones; impulsando así a la emergencia y consolidación de un cuarto concepto, el de posverdad. 

La controversia pública en torno de los términos, fake news, desinformación, posverdad y en menor medida propaganda, aumenta al ritmo del recrudecimiento de los conflictos políticos/sociales, domésticos como internacionales, razón por la que sería ingenuo pensar que estén descontextualizados histórica tanto como actualmente; a veces con mayor visibilidad de uno de los términos por sobre otro, acorde a la temática o las circunstancias y en muchas ocasiones tratadas sustitutos uno de otros o simplemente sinónimos. Por tomar un ejemplo, ante la ausencia de algún interés político o religioso de estar fomentando la circulación de una pieza desinformativa en formato de fake news, ésta acabara en un mero acontecimiento mediático o virtual sin mayores repercusiones que el entretenimiento o pasatiempo.

La desinformación no es mentira propiamente dicha, como sí lo es la propaganda; y esta se emparenta con las fakes news en la medida que no son reales, pero circulan como “si lo fueran”, la diferencia con la propaganda es su capacidad de hacerse masivas mediante el concurso de los mismos a quienes va dirigida.

Sobre la propaganda hay acuerdo general de ser una actividad propia al surgimiento mismo de las sociedades; a diferencia de la estratagema, artimaña, treta, engaño o trampa que se llevan a cabo contra el enemigo, la propaganda va dirigida a la propia población, “su utilización como forma de controlar el flujo de información, modelar la opinión pública o manipular el comportamiento es tan vieja como la historia misma”[1]; los casos históricos son las mejores piezas ilustrativas para realizar un recorrido hacia atrás en el tiempo y ver el engranaje que vincula lo tecnológico del momento con la creatividad del propagandista.

Respecto de la posverdad el término nada tiene que ver con algo que ocurre después de que otra cosa ocurrió; como post-guerra, post-parto etc., tampoco es mentira, ya que ella, sí es un ingrediente fundamental de la propaganda, como lo indicamos más arriba, posverdad aporta la idea de que lo que queda atrás está, de algún modo, superado o que deja de ser relevante, razón por la cual se prefiere el uso de “posverdad”, antes que el de “post- verdad.

Por su parte, las fake news son las enemigas visibles de casi todas las voces que se levantan contra el desorden informativo, alertándose contra los efectos de los algoritmos que personalizan las búsquedas y los resultados obtenidos y determinan la experiencia de navegación de los usuarios, no obstante esto es solo la versión “tecnológica” del asunto; los que recalcan su lado epistemológico van más a fondo, apuntan más directamente al “fin del régimen de verdad o bien motivaciones psicológicas profunda en la construcción de la ideología mediadas, pero no determinadas, por la tecnología” (Chis, 2016), otro señala que el nuevo panorama “revela la existencia de mercados de verdad: la misma es cotizada, una operación o función que depende de variables, su circulación se gestiona en algoritmos que definen nichos de mercado, las fakes manipuladas por agentes en posiciones de poder reporta cuantiosos ingresos”[2]. Sin embargo, no dejan de ser solo herramientas o instrumentos en sus distintos formatos (imágenes, textos, videos o voces) que viajan en su inescindible medio de transporte, las redes sociales; las causas más visibles, el acceso masivo al ciberespacio sumado a razones epistemológicas, incluso algunos autores lo consideran un mero pasatiempo.   Pero estos nuevos conceptos, como “la posverdad, las fake news y la desinformación son posibles hoy debido a una compleja interacción entre infraestructura tecnológica, prácticas comunicativas y comportamiento social[3], de forma aislada podemos exponer decenas de definiciones de cada una de ellas, pero no son las que las hacen exitosas, si bien cada término puede rastrearse en el pasado también aparecen de forma aislada a lo largo de la historia, aunque lejos de la conceptualización que hoy les adjudicamos y rescatar algunos casos prácticos nos parece más ilustrativo que entrar en disquisiciones etimológicas.

Un caso de la antigüedad nos puede ilustrar lo que hoy podríamos llamar fake news y propaganda; “cuando Marco Antonio conoció a Cleopatra; Octavio lanzó una campaña de propaganda contra aquel con el fin de arruinar su reputación, compuesta de frases cortas grabadas en monedas, como si fuera un antiguo Tweets” “…estas frases pintaban a Marco Antonio como un mujeriego, un borracho y además un simple títere de Cleopatra, tiempo después, Octavio se convirtió en Augusto, el primer emperador romano, y sus tácticas de ‘noticias falsas’ le permitieron tajar el sistema republicano de una vez por todas.[4]

La propaganda, oficial goza de una cabeza visible, o los que detentan el poder o los que se lo disputan; en tanto que la desinformación opera una red más compleja de actores que a fuerza de repetir una versión de los hechos acaba por ocupar el lugar de la verdad o bien por perdiendo credibilidad.

Lo cierto es que “son los conflictos, cambios de régimen y las catástrofes los indicadores para la diseminación de la desinformación; la invención de la imprenta de Gutenberg en 1493 amplificó dramáticamente la difusión de la desinformación. Conduciendo a la primera gran farsa periodística, conocida como ‘El Gran Engaño de la Luna’ (‘The Great Moon Hoax’) de 1835, donde el periódico New York Sun publicó seis artículos sobre el descubrimiento de vida en la luna, e incluso ilustraciones de criaturas con características de murciélagos y humanos y unicornios azules con barbas…”[5]; abordar estos conceptos de diversos niveles teóricos conceptuales remitiéndonos solo a nuestro contexto nacional corre el riesgo de minimizarlos, tanto como sobredimensionar los hechos y viceversa; por lo que creemos sería una mejor perspectiva el contexto de inestabilidad internacional y observar luego nuestra realidad local con una mayor amplitud visual.

I Guerra Hibrida Mundial

 

Lejos está en nosotros en contribuir a los ánimos beligerantes; no obstante, solemos considerar que los Estados no realizan propaganda en épocas de paz; pero tal es la relación entre esta y los conflictos bélicos, que “quizá en tiempos de guerra o de conflicto agudo es cuando la propaganda alcanza sus cumbres más brillantes” “…activándose incluso en países donde, en apariencia, la propaganda estatal no existe en tiempos de paz. Y esto es así ya que, “la propaganda de guerra sería la continuación de la propaganda política en una situación extrema.[6]

El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), de EEUU, llegó atribuir la definición de Guerra Hibrida a los militares rusos, como unesfuerzo a nivel estratégico para moldear la gobernación y la orientación geoestratégica de un Estado en su mira”, pero el  mismo Woodrow Wilson International Center, con sede en Washington asevera, “la idea de la doctrina de una guerra hibrida ha prendido en los círculos de analistas en Washington”, quienes la deducen incorrectamente de una etérea, encubierta e inexistente ´Doctrina Guerásimov´”[7]. No deja de ser llamativo como ciertas “aberraciones” o invenciones siempre llevan una firma personal; esta forma de presentar los asuntos no es más que uno de los mecanismos básicos de la propaganda “la simplificación de la información: el enemigo único y la personalización del Adversario.”[8] La interpretación que apunta a Rusia como responsable del desarrollo mismo de este tipo de conflicto es imposible de soslayar ya que su conclusión es como mínimo un menosprecio a la inteligencia promedio de cualquiera. “…la Guerra Hibrida trata de la agresión que se genera en función de una combinación de fuerzas irregulares, fuerzas regulares encubiertas y, principalmente, el ataque cibernético basado en la implementación de campañas de propaganda, información, y desinformación a gran escala, mediante el empleo de ciberataques e interferencia en los sistemas de comunicaciones. La Guerra Híbrida es una guerra en tiempo de paz, como lo fue la Guerra Fría, pero, a diferencia de ella, las poblaciones occidentales no son conscientes de su condición de amenaza existencial, (la negrita es nuestra). La Guerra Híbrida ha sido muy bien utilizada por Rusia, buscando debilitar el principio y los valores de la democracia occidental, fomentando las fracturas políticas internas[9]. (¡!) ¿¿¡Rusia, balcanizando las democracias del mundo!??, pero si lo dicen en Washington, y tiene posibilidad de obtener una beca, un tour por las oficinas de la casa blanca, alguna fotografía con algún funcionario de alguna área encargada de su patio trasero, no quedara otra que creerles y repetir el argumento contribuyendo a la desinformación.  Sin embargo, cualquier “Occidental” con dos dedos de frente o niveles de estudios medios habría apostado que lo que debilita y amenaza los valores democráticos “no son otros países, a los que llaman «adversarios de Occidente». Quienes la han minado, deshonrado y desacreditado han sido, y son, nuestros propios políticos”[10].

 

Consolidación del régimen de posverdad, desmantelamiento del régimen de verdad

 

El éxito de la propaganda política en tiempos de paz, pero sobre todo en tiempos de guerra, en la sociedad industrial (I Guerra y II, más Guerra Fría) anterior a la era satelital y de la informática radicó en hallarse incrustada en un régimen de verdad; es decir en unos arreglos institucionales en los que la sociedad se encontraba protegida por algún tipo de autoridad última, garante de la objetividad de los hechos sea la ciencia, la prensa libre o el mismo Estado.  La historia sin embargo demostró que estos garantes no eran más que partes; Foucault ya nos alertaba de que el poder y el saber son solo opuestos en apariencia; en realidad son dos caras de una misma moneda, lo que constituye que sea un régimen, el régimen de verdad, del siglo XXI, con árbitros bien reconocibles, (1976, P112) encargados de determinar si tal hecho es o no verdadero, una especie de división del trabajo o división de poderes, que no dejan de ser efectivamente meras elucubraciones teóricas en los papeles.

El acceso masivo a nuevas tecnologías de comunicación revirtiendo incluso el modelo clásico de transmisión de información “emisor-receptor- activo-pasivo”, a uno donde el receptor gana protagonismo, tanto en su interacción como en su reacción frente a la información.

No dejan espacio a las viejas instituciones que buscan la verdad y desentrañar las mentiras del poder; el público pierde interés en la veracidad de los asuntos; dando paso al “régimen de posverdad”; Deleuze, ya nos hablaba de estos nuevos regímenes, en la que el poder explota las nuevas libertades que han concedido a los individuos: la de participar-producir-expresarse y la de consumir-difundir-evaluar.

Vivimos en una época donde la verdad no está más allá, no está afuera, está en nosotros mismos, somos nuestras propias fuentes de validación, “no es una verdad, única, absoluta y verdadera, valga la redundancia, es una verdad cuasi-religiosa, donde elijo creer una versión y rechazar las demás; porque cuasi religiosa, porque se funda en la operación tecnológica y la propia elección psíquica acorde a cada perfil que no pone en entre dicho nuestra propia identidad[11]. Thierry Meyssan[12], sostiene que es la vuelta del individuo hacia la masa; ya que considera que “durante ambas guerras mundiales incluyendo la guerra fría la propaganda fue dirigida desde las cúspides con el concurso de todos los medios tecnológicos y humanos disponibles.Los modelos variaron en la historia; en los regímenes políticos premodernos los democráticos valorizaron el sofisma, escuela de pensamiento que trataba de presentar como lógica cualquier aseveración; mientras los monárquicos u oligárquicos se limitaban al uso del ceremonial y arquitecturas públicas para dar muestras de su poderío…Un segundo momento se dio en la era industrial durante las dos guerras mundiales, continuada durante la guerra fría, con sutiles cambios entre unas y otras acorde a los avances tecnológicos e incluso las ciencias humanas, hasta la época actual que sería la era de los satélites y la informática a la que se suma la “sociedad del espectáculo” (Meyssan 2022).- 

El autor considera que el punto más álgido de la sociedad del espectáculo, se da en 2001, “cuando dos aviones de pasajeros se estrellan contra los edificios más emblemáticos del corazón financiero de los EEUU, sumados a relatos incoherentes de un incendio que destruye las oficinas del vicepresidente, en el Pentágono se registran dos explosiones y un tercer edificio se derrumba en Nueva York; retrasmitidas las imágenes hasta el hartazgo por las cadenas televisivas logran neutralizar la capacidad crítica de los televidentes y tras la sanción del estado de emergencia permanente (Patrit Act) por un Congreso en shock se da vía libre a una serie de guerras,” (T. Messyan 2002) la “Guerra” contra el terrorismo es mundial y todos pasamos a ser culpables hasta demostrar lo contario. En aras de la precisión, este “evento” no se “produjo” mediante un despliegue logístico en el terreno como cuando se preparan los “vivos vía satélite”; solo fue la retrasmisión hasta el cansancio por todos los canales y programas del globo de videos “caseros” capturados por transeúntes ocasionales, el “móvil en vivo” fue reemplazado por el “móvil” personal de cualquier curioso con conexión a internet.

A éste evento sin precedentes le había anticipado, la trasmisión “en vivo”, en 1999, de “supuestos 300 mil albaneses desplazados de Yugoslavia ante el temor a ser aniquilados por su propio gobierno (producción del entonces ministro de defensa alemán Rudolf Scharping) imágenes utilizadas de argumento para que la OTAN se saltara todas las normas y bombardeara Kosovo indiscriminadamente, más adelante se sabría que en realidad estos desplazados se retiraban justamente de las zonas bombardeadas por la propia OTAN. En 2003 el mundo veía como manifestantes iraquíes derribaban una estatua de Sadam Hussein; el presidente George W. Bush se une a la trasmisión desde otro punto y declara que al ver a un iraquí golpear el pie de la estatua le recuerda la caída del muro de Berlín, en tanto; desde otro ángulo puede verse un cerco en torno a la talla y los manifestantes no eran más que un grupo de extras contratados para la ocasión. El mismo libreto se utilizó en la invasión de Libia, las primeras imágenes fueron trasmitidas por el canal de televisión británica Sky News, y nos contaban acerca de la llegada de los rebeldes a la plaza de Tripoli, lo que valió que al día siguiente uno de los hijos de Kadhafi se presentara en el mismo lugar desmintiendo lo ocurrido.”[13]

Para 2011, 120 países y 16 organizaciones internacionales formaban parte de una coalición mediática a nivel planetario; la supuesta insurrección del pueblo sirio contra su gobierno se intentó demostrar llevando uno a uno periodistas a un campamento montado en el que supuestamente estaban los que habían desertado, la tarea la cumplía el entonces primer ministro Turco, actual presidente; la puesta en escena se dio por finalizado cuando un reportero español reconoció nada más que a los líderes de al-Qaeda en Libia, es decir los terroristas contra los que todo el mundo civilizado estaba combatiendo.” No fueron pocos los periodistas secuestrados en Siria, por esta organización terrorista operando contra el gobierno de Bashar al-Ásad.[14]

Con todo lo anterior la era satelital de la propaganda de guerra acaba con ella misma dando definitivamente por tierra el régimen de verdad, esto no ocurrió de la noche a la mañana; el proceso ya presentaba síntomas décadas antes; en el contexto de la guerra civil española por 1936, seguido durante la guerra de Vietnam en los setenta; para acabar emergiendo con fuerza en los años 90 tras la invasión de Irak y distintas intervenciones para “cambios de regímenes” en vivo y en directo. En este último contexto es que el cineasta Steve Tesich, precisa por primera vez el término posverdad en un artículo publicado en la revista The Nation [15] en el habla de la primera guerra del Golfo y no habla sobre los políticos sino del público que preferiría, según él ser engañado antes que aceptar verdades incomodas. En el artículo trata de describir lo que llamo “el síndrome de Watergate”, donde sórdidos hechos revelados por la presidencia de Nixon llevaron a los americanos que se volvieran indiferentes frente a las verdades incómodas; “…las revelaciones de que Nixon y su gabinete eran un montón de estafadores baratos enfermaron y disgustaron a la nación. Pero la verdad prevaleció y una nación orgullosa una vez más se dio palmaditas en la espalda y a pesar de los crímenes cometidos en los más altos cargos, nuestro sistema de gobierno funcionó. La democracia triunfo. Este triunfo arrojo algo totalmente imprevisto. Ya sea porque las revelaciones de Watergate fueron tan desgarradoras y siguieron los pasos de la guerra de Vietnam, que estuvo repleta de crímenes y revelaciones propias, o porque Nixon fue perdonado tan rápidamente, comenzamos a alejarnos de la verdad. Llegamos a equiparar la verdad con las malas noticias y ya no queríamos malas noticias, sin importar cuán verdaderas fueran. (Álvarez Rufts, M, (2019); la conclusión de Tesich fue pasmosa; “Antes, los dictadores debían trabajar duro para suprimir la verdad. Pero nosotros, con nuestras acciones, les estamos diciendo que eso ya no es necesario. Nosotros como seres libres, hemos decidido libremente que queremos vivir en el mundo de la posverdad”.

Ya en los años 70 Hannah Arendt nos ofreció sesudas reflexiones sobre la verdad y la mentira en política, el contexto de su aporte se da tras la posguerra mundial y la guerra de Vietnam; El resultado de una constante y total sustitución de la verdad de hechos por las mentiras no es que las mentiras sean aceptadas en adelante como verdad, ni que la verdad se difame como una mentira, sino más bien que el sentido por el que nos orientamos en el mundo real y la categoría de la verdad versus la falsedad esta entre los medios mentales para alcanzar este fin -  queda destruido. Y para este problema no hay remedio. (Arendt, 2017). – Arendt abogaba por la disponibilidad de información fiable sin la cual la democracia sería solo una quimera. 

En el contexto de la guerra civil española cuatro décadas antes de la guerra de Vietnam; se produjo el siguiente diálogo “dije a Arthur Koestler, que ´la historia se detuvo en 1936´ ante lo cual el asintió, comprendiéndolo de inmediato. Ambos pensábamos en el totalitarismo en general, pero particularmente en la Guerra Civil Española. De joven veía que ningún periódico contaba nunca con fidelidad como suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. Vi informar sobre grandiosas batallas cuando apenas se había producido una refriega, y silencio absoluto cuando habían caído cientos de hombres. Vi que se calificaba de cobardes y traidores a soldados que habían combatido con valentía, mientras a otros que no habían visto disparar un fusil en su vida se los tenía por héroes de victorias inexistentes; y en Londres, vi periódicos que repetían estas mentiras e intelectuales entusiastas que articulaban superestructuras sentimentales sobre acontecimientos que jamás habían tenido lugar.[…] Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. Más allá de la construcción de la historia como tendenciosa el rescata que se “creía” que los hechos habían existido y que podrían ser más o menos susceptibles de descubrirse. (Orwell, 2011, [1942]). - 

Para el filósofo y urbanista Paul Virilio, toda tecnología lleva implícita en sí misma su propio accidente y un potencial efecto catastrófico. Las fake news, la posverdad y la desinformación son la muestra del potencial catastrófico, sin ser la única, de las innovaciones tecnológicas posinternet. Retrotrayendo esta idea a la era de los satélites podríamos hipotetizar que allí se dio el límite tecnológico y social de un modelo de transmisión que acaba deslegitimado por los abusos acumulados; dando paso a la centralidad actual de la desinformación, las fake news la posverdad y la propaganda; actuando en conjunto como un engranaje imposible de desentrañar por el hecho de que somos los mismos públicos encargados de diseminar, producir, demandar determinado tipo de información.

En este contexto las personas han dejado de buscar las informaciones precisas en las que basar sus opiniones, y, cada vez más, buscan aquellas opiniones que mejor les sirvan para respaldar su propia red de creencias y emociones[16]. Ibáñez Fanés[17] denomina a esta circunstancia hedonismo cognitivo, y afirma que es la clave que permite considerar que la posverdad es otra cosa diferente a la propaganda, la mentira, la ocultación y el secreto. D’Ancona[18] considera la posverdad como un fenómeno emocional, ya que “se trata de nuestra actitud hacia la verdad, en lugar de la verdad misma”, y refiere que lo nuevo de la posverdad es la respuesta del público ante la mendacidad de los políticos. La actitud hacia la verdad ha cambiado, y fruto de ello, la respuesta del público, por lo que, siguiendo a Rider[19], el mundo parece haber quedado dividido entre los “expertos” que comparten opiniones afines a las propias creencias y emociones, por un lado, y el mundo de lo falso, por el otro. Una época en la que según el filósofo A.C. Grayling, “Mi opinión vale más que los hechos'. Es sobre cómo me siento respecto de algo. Es terriblemente narcisista”. Lo que importa es la nueva forma de relacionarnos con lo que ocurre (o aparenta ocurrir); si nos causa indignación o placer. Y que nos impulse a compartirlo y consolidar nuestros grupos de referencia con los que damos por verdadero el asunto del que se trata.

“…Y ha sido empoderado por el hecho de que cualquiera puede publicar su opinión en redes sociales”[20].-

El hecho de nuestras interacciones en la red no solo dibuje nuestro perfil consumidor, sino ciudadano, político, de manera que esos algoritmos refinados, que nosotros alimentamos con datos incesantes, diseñan patrones de conducta, precisiones sobre nuestra predisposición a asumir ciertas verdades y que nosotros mismos hemos suministrado esa ingente cantidad en datos (con inclinaciones, preferencias, gustos, quejas, rencores) que la verdad que aparece en pantalla esta personalizada y, por tanto, se hace fácil comprar en cada caso, es una vedad asumible “adquirible”, resulta creíble y fiable por que viene a adecuarse al retrato robot psicológico que nosotros mismos proporcionamos. No es una verdad única, dice Harsin, se trata de verdades plurales, estadísticas, diseñadas a medida del consumidor. Por ejemplo, la periodista Julia Angwin y varios colegas suyos de ProPublica descubrieron que Facebook “hacia posible que los anunciantes dirigieran sus mensajes a los hilos de noticias de casi dos mil trescientas personas que habían expresado su interés por temas como “odio a los judíos”, “como quemar judíos” o “historias de porque los judíos arruinaron el mundo.

Esta claro que el público podría compartir desinformación, pero mucho más claro está que no podría crearla, mucho menos manipularla a nivel tecnológico masivo, ya sea para que se oculte o para que se propague, esto solo lo pueden seguir haciendo poderosos intereses económicos, políticos o ideológicos.

Las operaciones de desinformación como propaganda de guerra se conciben como acto de ilusionismo “Su objetivo es conmover a la gente para distraer su atención y esconderle lo que no debe ver. El público juzga lo que ve, (no puede hacerlo sobre lo que se le oculta) a través de la información que se le proporciona constantemente, entonces, sin utilizar la mentira propiamente dicha se logra el engaño de la opinión pública…”.

“…Y aunque a lo largo de la historia siempre han existido, de un modo u otro, diversas formas de control mental mediante la desinformación, la propaganda o la manipulación de las emociones, podríamos estar asistiendo a los primeros compases de una nueva modalidad de control —la más poderosa de todas—, que llegaría al mismísimo sustrato biológico de la conciencia, la voluntad y la toma de decisiones. -[21]



[1] Reyzábal, María Victoria: Propaganda y manipulación. Acento Editorial, Madrid, 1999, p. 81

[2] Harsin, J. (2015). Regimes of Post-truth, Postpolitics, and Attention Economies. Communication,

Culture & Critique, 8(2), 327-333

[3] Del Fresno, Miguel; El país, 2018, “Posverdad y desinformación; guía para perplejos”, El País, 27/03/2018; sociólogo y filósofo, docente de la UNED e imparte clases en diversos campus universitarios nacionales e internacionales.

[4] Kaminska, I. (2017) A module in fake news from the info-wars of ancient Rome, Financial Times. Accedido 28/03/18:

[5] Thornton, B. (2000) The Moon Hoax: Debates About Ethics in 1835 New York Newspapers, Journal of Mass Media Ethics, 15(2). pp. 89-100.

[6] Pizarro Quintero, Alejandro., Historia de la propaganda. Notas para un estudio de la propaganda

política y de ‘guerra’. EUDEMA, Madrid, 1990, p. 35

[7] Rahme-Barrios, Alfredo Jalife., “El hibrido mundo multipolar, un enfoque multidimensional”, Ed. Orfila. (2010)

[8] Merril, John C., y otros: Medios de comunicación social. Teoría y práctica en Estados Unidos y en el mundo. Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid, 1992, pp. 78-82.

[9] Hugo San Martín., La Guerra Híbrida Rusa Sobre Occidente” (2019)

[10] BAÑOS, Pedro., “El dominio mental, la geopolítica de la mente” ed. Ariel, 2020. (Coronel del Ejército Español de Tierra (infantería) especialista en geoestratégica, defensa, seguridad, terrorismo yihadista e inteligencia)

[11] Harsin, J. (2015). Regimes of Post-truth, Postpolitics, and Attention Economies. Communication,

Culture & Critique, 8(2), 327-333

[12] Politólogo e Intelectual Frances, experto en Derechos Humanos en la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), redactor jefe de la publicación mensual Maintenant. Es presidente de Réseau Voltaire y editor de una carta de inteligencia política.

[13] María José García Orta, Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la Comunicación

[14] https://elpais.com/internacional/2014/03/02/actualidad/1393756090_882149.html

[15] https://www.thenation.com/article/archive/post-truth-and-its-consequences-what-a-25-year-old-essay-tells-us-about-the-current-moment/

[16] Álvarez Rufts, M, (2019) Historia de la posverdad, origen y evolución. 

[17] Ibáñez Fanés, J.  (ed.) (2017). En la era de la posverdad. 14 ensayos. Calambur. Barcelona.

[18] D’Ancona, M. (2017). Post-Truth. The new war on truth and how to fight back. Ebury Press. London

[19] Rider, S.  (2018). On Knowing How to Tell the Truth. En: Peters, M.A., Rider, S., Hyvönen, M., Besley,T. (2018): Post-Truth, Fake News. Viral Modernity & Higher Education. Springer. Singapur. Versión ebook.

[20] https://www.bbc.com/news/education-38557838

[21] Baños Pedro; “El Dominio Mental, La Geopolítica de la Mente” ed. Ariel, 2020, dirige su atención en este nuevo libro a las técnicas que el poder utiliza para controlar nuestras emociones, porque quien consigue manejar las emociones es capaz de condicionar las decisiones de las personas.

 

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