El Desorden Informativo en la I Guerra Híbrida Mundial
El Desorden Informativo en la I Guerra Híbrida Mundial
Desinformación, ni mentira ni verdad, posverdad
Nuestra actualidad nos encuentra atravesados por lo que se ha venido a
llamar el “desorden informativo”, como un bombardeo diario de información
imposible de procesar y formarnos una clara idea sobre la verdad o falsedad de algún
hecho de relevancia pública; ésta imposibilidad, es el primer indicador de su
éxito; su nominación, señalamiento, omnipresencia pero falta de diagnóstico, un
segundo indicador; en tercer lugar una especie de desdén de obligada inserción en
el debate público a través de cualquier tipo de medio de comunicación que trate
temas controvertidos; dejando entrever la carga descalificativa en dirección al
bando contrario al del “experto” consultado o de quienes consultan; lo que contribuye
a profundizar la desinformación, al no explicitar que la visión expuesta no
deja de ser un punto de vista, montado en alguna especie de única voz
autorizada de acuerdo a las credenciales que exhibe o las instituciones que adscribe.
El fenómeno
desinformativo sería imposible sin la existencia de otros términos en la escena
pública actual, las famosas fakes news como segundo fenómeno y un tercero mucho
más antiguo que los dos anteriores y que no podemos soslayar, la propaganda; la combinación de éste
viejo término aparentemente en desuso con aquellos nuevos, como las fake news,
apoyada por el acceso masivo a internet como su vertiente tecnológica y que funda un nuevo tipo de
relación del público con la información con la siguiente características más
sobresaliente en su vertiente epistemológica o social: la de una
creciente indiferencia sobre la verdad o falsedad acerca de tales
informaciones; impulsando así a la emergencia y consolidación de un cuarto
concepto, el de posverdad.
La controversia pública
en torno de los términos, fake news, desinformación, posverdad y en menor
medida propaganda, aumenta al ritmo del recrudecimiento de los conflictos
políticos/sociales, domésticos como internacionales, razón por la que sería
ingenuo pensar que estén
descontextualizados histórica tanto como actualmente; a veces con mayor visibilidad de uno de los términos por
sobre otro, acorde a la temática o las circunstancias y en muchas ocasiones tratadas
sustitutos uno de otros o simplemente sinónimos. Por tomar un ejemplo, ante la
ausencia de algún interés político o religioso de estar fomentando la
circulación de una pieza desinformativa en formato de fake news, ésta acabara en
un mero acontecimiento mediático o virtual sin mayores repercusiones que el
entretenimiento o pasatiempo.
La desinformación
no es mentira propiamente dicha, como sí lo es la propaganda; y esta se
emparenta con las fakes news en la medida que no son reales, pero
circulan como “si lo fueran”, la diferencia con la propaganda es su capacidad
de hacerse masivas mediante el concurso de los mismos a quienes va dirigida.
Sobre la propaganda hay acuerdo general de ser una
actividad propia al surgimiento mismo de las sociedades; a diferencia de la
estratagema, artimaña, treta, engaño o trampa que se llevan a cabo contra el
enemigo, la propaganda va dirigida a la propia población, “su utilización como
forma de controlar el flujo de información, modelar la opinión pública o
manipular el comportamiento es tan vieja como la historia misma”[1];
los casos históricos son las mejores piezas ilustrativas para realizar un
recorrido hacia atrás en el tiempo y ver el engranaje que vincula lo tecnológico
del momento con la creatividad del propagandista.
Respecto
de la posverdad el término nada tiene que ver con algo que ocurre después de que otra cosa ocurrió;
como post-guerra, post-parto etc., tampoco es mentira, ya que ella, sí es un
ingrediente fundamental de la propaganda, como lo indicamos más arriba,
posverdad aporta
la idea de que lo que queda atrás está, de algún modo, superado
o que deja de ser relevante, razón
por la cual se prefiere el uso de “posverdad”, antes que el de “post- verdad.
Por
su parte, las fake news son las enemigas visibles de casi todas las voces que
se levantan contra el desorden informativo, alertándose contra los efectos de
los algoritmos que personalizan las búsquedas y los resultados obtenidos y
determinan la experiencia de navegación de los usuarios, no obstante esto es solo
la versión “tecnológica” del asunto; los que recalcan su lado epistemológico van
más a fondo, apuntan más directamente
al “fin del régimen de verdad o bien motivaciones psicológicas profunda en
la construcción de la ideología mediadas, pero no determinadas, por la tecnología”
(Chis, 2016), otro señala que el nuevo panorama “revela la existencia
de mercados de verdad: la misma es cotizada, una operación o función que
depende de variables, su circulación se gestiona en algoritmos que definen
nichos de mercado, las fakes manipuladas por agentes en posiciones de poder
reporta cuantiosos ingresos”[2].
Sin embargo, no dejan de ser solo herramientas o instrumentos en sus distintos
formatos (imágenes, textos, videos o voces) que viajan en su inescindible medio
de transporte, las redes sociales; las causas más visibles, el acceso masivo al
ciberespacio sumado a razones epistemológicas, incluso algunos autores lo consideran
un mero pasatiempo. Pero estos nuevos conceptos, como “la
posverdad, las fake news y la desinformación son posibles hoy debido a una
compleja interacción entre infraestructura tecnológica, prácticas comunicativas
y comportamiento social”[3], de forma aislada podemos
exponer decenas de definiciones de cada una de ellas, pero no son las que las
hacen exitosas, si bien cada término puede rastrearse en el pasado también aparecen de
forma aislada a lo largo de la historia, aunque lejos de la conceptualización
que hoy les adjudicamos y rescatar algunos casos prácticos nos parece más
ilustrativo que entrar en disquisiciones etimológicas.
Un caso de la antigüedad nos puede
ilustrar lo que hoy podríamos llamar fake news y propaganda; “cuando
Marco Antonio conoció a Cleopatra; Octavio lanzó una campaña de propaganda
contra aquel con el fin de arruinar su reputación, compuesta de frases cortas
grabadas en monedas, como si fuera un antiguo Tweets” “…estas frases pintaban a
Marco Antonio como un mujeriego, un borracho y además un simple títere de
Cleopatra, tiempo después, Octavio se convirtió en Augusto, el primer emperador
romano, y sus tácticas de ‘noticias falsas’ le permitieron tajar el sistema
republicano de una vez por todas.”[4]
La propaganda, oficial goza de una cabeza visible, o los que detentan el
poder o los que se lo disputan; en tanto que la desinformación
opera una red más compleja de actores que a fuerza de repetir una versión
de los hechos acaba por ocupar el lugar de la verdad o bien por perdiendo credibilidad.
Lo cierto es que “son los
conflictos, cambios de régimen y las catástrofes los indicadores para la
diseminación de la desinformación; la invención de la imprenta de
Gutenberg en 1493 amplificó dramáticamente la difusión de la desinformación.
Conduciendo a la primera gran farsa periodística, conocida como ‘El Gran Engaño
de la Luna’ (‘The Great Moon Hoax’) de 1835, donde el periódico New York Sun
publicó seis artículos sobre el descubrimiento de vida en la luna, e incluso
ilustraciones de criaturas con características de murciélagos y humanos y
unicornios azules con barbas…”[5]; abordar estos conceptos de diversos niveles teóricos conceptuales
remitiéndonos solo a nuestro contexto nacional corre el riesgo de minimizarlos,
tanto como sobredimensionar los hechos y viceversa; por lo que creemos sería
una mejor perspectiva el contexto de inestabilidad internacional y observar
luego nuestra realidad local con una mayor amplitud visual.
I
Guerra Hibrida Mundial
Lejos está en nosotros en contribuir a los ánimos
beligerantes; no obstante, solemos considerar que los Estados no realizan
propaganda en épocas de paz; pero tal es la relación entre esta y los
conflictos bélicos, que “quizá en tiempos
de guerra o de conflicto agudo es cuando la propaganda alcanza sus cumbres más
brillantes” “…activándose incluso
en países donde, en apariencia, la propaganda estatal no existe en tiempos
de paz. Y esto es así ya que, “la propaganda de guerra sería la continuación
de la propaganda política en una situación extrema.” [6]
El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por
sus siglas en inglés), de EEUU, llegó atribuir la definición de Guerra Hibrida a los militares
rusos, como un
“esfuerzo a nivel estratégico para
moldear la gobernación y la orientación geoestratégica de un Estado en su
mira”, pero el mismo Woodrow Wilson International Center, con sede en Washington asevera, “la idea de la doctrina de una guerra hibrida ha prendido en
los círculos de analistas en Washington”, quienes la deducen incorrectamente de
una etérea, encubierta e inexistente ´Doctrina Guerásimov´”[7]. No deja
de ser llamativo como ciertas
“aberraciones” o invenciones siempre llevan una firma personal; esta forma de
presentar los asuntos no es más que uno de los mecanismos básicos de la
propaganda “la simplificación de la información: el
enemigo único y la personalización del Adversario.”[8]
La interpretación que apunta a
Rusia como responsable del desarrollo mismo de este tipo de conflicto es
imposible de soslayar ya que su conclusión es como mínimo un menosprecio a la
inteligencia promedio de cualquiera. “…la
Guerra Hibrida trata de la agresión que se genera en
función de una combinación de fuerzas irregulares, fuerzas regulares
encubiertas y, principalmente, el ataque cibernético basado en la implementación
de campañas de propaganda, información, y desinformación a gran escala,
mediante el empleo de ciberataques e interferencia en los sistemas de
comunicaciones. La Guerra Híbrida es
una guerra en tiempo de paz, como lo fue la Guerra Fría, pero, a diferencia de ella, las poblaciones
occidentales no son conscientes de su condición de amenaza existencial, (la negrita es nuestra). La Guerra Híbrida ha sido muy bien
utilizada por Rusia, buscando debilitar el principio y los valores de la
democracia occidental, fomentando las fracturas políticas internas”[9]. (¡!) ¿¿¡Rusia, balcanizando las
democracias del mundo!??, pero si lo dicen en Washington,
y tiene posibilidad de obtener una beca, un tour por las oficinas de la casa
blanca, alguna fotografía con algún funcionario de alguna área encargada de su
patio trasero, no quedara otra que creerles y repetir el argumento
contribuyendo a la desinformación. Sin embargo, cualquier “Occidental” con dos dedos de
frente o niveles de estudios medios habría apostado que lo que debilita y
amenaza los valores democráticos “no son
otros países, a los que llaman «adversarios de Occidente». Quienes la han
minado, deshonrado y desacreditado han sido, y son, nuestros propios políticos”[10].
Consolidación
del régimen de posverdad, desmantelamiento del régimen de verdad
El
éxito de la propaganda política en tiempos de paz, pero sobre todo en tiempos
de guerra, en la sociedad industrial (I Guerra y II, más Guerra Fría) anterior
a la era satelital y de la informática radicó en hallarse incrustada en un régimen
de verdad; es decir en unos arreglos institucionales en los que la sociedad
se encontraba protegida por algún tipo de autoridad última, garante de la objetividad
de los hechos sea la ciencia, la prensa libre o el mismo Estado. La historia sin embargo demostró que estos
garantes no eran más que partes; Foucault ya nos alertaba de que el poder y el
saber son solo opuestos en apariencia; en realidad son dos caras de una misma
moneda, lo que constituye que sea un régimen, el régimen de verdad, del
siglo XXI, con árbitros bien reconocibles, (1976, P112) encargados de
determinar si tal hecho es o no verdadero, una especie de división del trabajo
o división de poderes, que no dejan de ser efectivamente meras elucubraciones teóricas
en los papeles.
El
acceso masivo a nuevas tecnologías de comunicación revirtiendo incluso el
modelo clásico de transmisión de información “emisor-receptor-
activo-pasivo”, a uno donde el receptor gana protagonismo, tanto en su
interacción como en su reacción frente a la información.
No
dejan espacio a las viejas instituciones que buscan la verdad y desentrañar las
mentiras del poder; el público pierde interés en la veracidad de los asuntos; dando paso al “régimen de posverdad”; Deleuze, ya nos hablaba de estos nuevos regímenes, en la que el
poder explota las nuevas libertades que han concedido a los individuos: la de
participar-producir-expresarse y la de consumir-difundir-evaluar.
Vivimos en una época donde la verdad no está más allá, no está afuera, está
en nosotros mismos, somos nuestras propias fuentes de validación, “no es
una verdad, única, absoluta y verdadera, valga la redundancia, es una verdad
cuasi-religiosa, donde elijo creer una versión y rechazar las demás; porque
cuasi religiosa, porque se funda en la operación tecnológica y la propia
elección psíquica acorde a cada perfil que no pone en entre dicho nuestra
propia identidad”[11].
Thierry Meyssan[12], sostiene que es la
vuelta del individuo hacia la masa; ya que considera que “durante ambas guerras
mundiales incluyendo la guerra fría la propaganda fue dirigida desde las
cúspides con el concurso de todos los medios tecnológicos y humanos
disponibles. “Los
modelos variaron en la historia; en los regímenes políticos
premodernos los democráticos valorizaron el sofisma, escuela de pensamiento
que trataba de presentar como
lógica cualquier aseveración; mientras los monárquicos u oligárquicos se
limitaban al uso del ceremonial y arquitecturas públicas para dar muestras de
su poderío…Un segundo momento se dio en la era
industrial durante las dos guerras mundiales, continuada durante la guerra
fría, con sutiles cambios
entre unas y otras acorde a los avances tecnológicos e incluso las ciencias
humanas, hasta la época actual que sería la era de los satélites y la
informática a la que se suma la “sociedad del espectáculo” (Meyssan 2022).-
El autor considera que el
punto más álgido de la sociedad del espectáculo, se da en 2001, “cuando dos
aviones de pasajeros se estrellan contra los edificios más emblemáticos del
corazón financiero de los EEUU, sumados a relatos incoherentes de
un incendio que destruye las oficinas del vicepresidente, en el Pentágono
se registran dos explosiones y un tercer edificio se derrumba en
Nueva York; retrasmitidas las imágenes hasta el hartazgo por las cadenas
televisivas logran neutralizar la capacidad crítica de los televidentes y tras
la sanción del estado de emergencia permanente (Patrit Act) por un Congreso en
shock se da vía libre a una serie de guerras,” (T.
Messyan 2002) la “Guerra” contra el
terrorismo es mundial y todos pasamos a ser culpables hasta demostrar lo
contario. En aras de la precisión, este “evento” no se “produjo” mediante un
despliegue logístico en el terreno como cuando se preparan los “vivos vía
satélite”; solo fue la retrasmisión hasta el cansancio por todos los canales y
programas del globo de videos “caseros” capturados por transeúntes ocasionales,
el “móvil en vivo” fue reemplazado por el “móvil” personal de cualquier
curioso con conexión a internet.
A éste evento sin precedentes le
había anticipado, la trasmisión
“en vivo”, en 1999, de “supuestos 300 mil albaneses desplazados de
Yugoslavia ante el temor a ser aniquilados por su propio gobierno (producción
del entonces ministro de defensa alemán Rudolf Scharping) imágenes utilizadas de argumento para que la OTAN se saltara todas las normas y
bombardeara Kosovo indiscriminadamente, más adelante se sabría que en realidad
estos desplazados se retiraban justamente de las zonas bombardeadas por la
propia OTAN. En 2003 el mundo veía como manifestantes iraquíes derribaban una
estatua de Sadam Hussein; el presidente George W. Bush se une a la trasmisión desde otro punto y declara que al ver a un iraquí
golpear el pie de la estatua le recuerda la caída del muro de Berlín, en tanto;
desde otro ángulo puede verse un cerco en torno a la talla y los manifestantes
no eran más que un grupo de extras contratados para la ocasión. El mismo
libreto se utilizó en la invasión de Libia, las primeras imágenes fueron
trasmitidas por el canal de televisión británica Sky News, y nos contaban
acerca de la llegada de los rebeldes a la plaza de Tripoli, lo que valió que al
día siguiente uno de los hijos de Kadhafi se presentara en el mismo lugar
desmintiendo lo ocurrido.”[13]
“Para 2011, 120 países y 16 organizaciones internacionales formaban
parte de una coalición mediática a nivel planetario; la supuesta insurrección
del pueblo sirio contra su gobierno se intentó demostrar llevando uno a uno
periodistas a un campamento montado en el que supuestamente estaban los que
habían desertado, la tarea la cumplía el entonces primer ministro Turco, actual
presidente; la puesta en escena se dio por finalizado cuando un reportero
español reconoció nada más que a los líderes de al-Qaeda en Libia, es decir
los terroristas contra los que todo el mundo civilizado estaba combatiendo.”
No fueron pocos los periodistas
secuestrados en Siria, por esta organización terrorista operando contra el
gobierno de Bashar al-Ásad.[14]
Con todo lo anterior la era satelital de la propaganda de guerra acaba con
ella misma dando definitivamente por tierra el régimen de verdad, esto
no ocurrió de la noche a la mañana; el proceso ya presentaba síntomas décadas
antes; en el contexto de la guerra civil española por 1936, seguido durante la
guerra de Vietnam en los setenta; para acabar emergiendo con fuerza en los años
90 tras la invasión de Irak y distintas intervenciones para “cambios de
regímenes” en vivo y en directo. En este último contexto es que el cineasta
Steve Tesich, precisa
por primera vez el término posverdad en un artículo publicado
en la revista The Nation [15]
en el habla de la primera guerra del Golfo y no habla sobre los políticos sino
del público que preferiría, según él ser engañado antes que aceptar verdades
incomodas. En el artículo trata de describir lo que
llamo “el síndrome de Watergate”,
donde sórdidos hechos revelados por la presidencia de Nixon llevaron a los
americanos que se volvieran indiferentes frente a las verdades incómodas; “…las
revelaciones de que Nixon y su gabinete eran un montón de estafadores baratos
enfermaron y disgustaron a la nación. Pero la verdad prevaleció y una
nación orgullosa una vez más se dio palmaditas en la espalda y a pesar de
los crímenes cometidos en los más altos cargos, nuestro sistema de gobierno
funcionó. La democracia triunfo.
Este triunfo arrojo algo totalmente imprevisto. Ya sea porque las
revelaciones de Watergate fueron tan desgarradoras y siguieron los pasos de la
guerra de Vietnam, que estuvo repleta de crímenes y revelaciones propias, o
porque Nixon fue perdonado tan rápidamente, comenzamos a alejarnos de la
verdad. Llegamos a equiparar la verdad con las malas noticias y ya no
queríamos malas noticias, sin importar cuán verdaderas fueran. (Álvarez
Rufts, M, (2019); la conclusión de Tesich fue pasmosa; “Antes,
los dictadores debían trabajar duro para suprimir la verdad. Pero nosotros, con
nuestras acciones, les estamos diciendo que eso ya no es necesario. Nosotros
como seres libres, hemos decidido libremente que queremos vivir en el mundo de
la posverdad”.
Ya en los años 70 Hannah Arendt nos ofreció sesudas reflexiones sobre la
verdad y la mentira en política, el contexto de su aporte se da tras la
posguerra mundial y la guerra de Vietnam; El
resultado de una constante y total sustitución de la verdad de hechos por las
mentiras no es que las mentiras sean aceptadas en adelante como verdad, ni que
la verdad se difame como una mentira, sino más bien que el sentido por el que
nos orientamos en el mundo real y la categoría de la verdad versus la falsedad
esta entre los medios mentales para alcanzar este fin - queda destruido. Y para este problema no hay
remedio. (Arendt, 2017). – Arendt abogaba
por la disponibilidad de información fiable sin la cual la democracia sería solo
una quimera.
En el contexto de la
guerra civil española cuatro décadas antes de la guerra de Vietnam; se produjo
el siguiente diálogo “dije a Arthur Koestler, que ´la historia se detuvo en 1936´
ante lo cual el asintió, comprendiéndolo de inmediato. Ambos pensábamos en el
totalitarismo en general, pero particularmente en la Guerra Civil Española. De
joven veía que ningún
periódico contaba nunca con fidelidad como suceden las cosas, pero en España vi
por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos,
ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. Vi informar
sobre grandiosas batallas cuando apenas se había producido una refriega, y
silencio absoluto cuando habían caído cientos de hombres. Vi que se calificaba
de cobardes y traidores a soldados que habían combatido con valentía, mientras
a otros que no habían visto disparar un fusil en su vida se los tenía por
héroes de victorias inexistentes; y en Londres, vi periódicos que repetían
estas mentiras e intelectuales entusiastas que articulaban superestructuras
sentimentales sobre acontecimientos que jamás habían tenido lugar.[…] Estas
cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de
verdad objetiva está desapareciendo del mundo. Más allá de la construcción de
la historia como tendenciosa el rescata que se “creía” que los hechos habían
existido y que podrían ser más o menos susceptibles de descubrirse. (Orwell,
2011, [1942]). -
Para el filósofo y urbanista Paul Virilio, toda
tecnología lleva implícita en sí misma su propio accidente y un potencial
efecto catastrófico. Las fake news, la posverdad y la desinformación son
la muestra del potencial catastrófico, sin ser la única, de las innovaciones
tecnológicas posinternet. Retrotrayendo esta idea a la era de los satélites
podríamos hipotetizar que allí se dio el límite tecnológico y social de un
modelo de transmisión que acaba deslegitimado por los abusos acumulados; dando
paso a la centralidad actual de la desinformación, las fake news la posverdad y
la propaganda; actuando en conjunto como un engranaje imposible de desentrañar
por el hecho de que somos los mismos públicos encargados de diseminar,
producir, demandar determinado tipo de información.
En este contexto las personas han dejado de buscar
las informaciones precisas en las que basar sus opiniones, y, cada vez más,
buscan aquellas opiniones que mejor les sirvan para respaldar su propia red de
creencias y emociones[16].
Ibáñez Fanés[17]
denomina a esta circunstancia hedonismo cognitivo, y afirma que es la clave
que permite considerar que la posverdad es otra cosa diferente a la propaganda,
la mentira, la ocultación y el secreto. D’Ancona[18]
considera la posverdad como un fenómeno emocional, ya que “se trata de nuestra
actitud hacia la verdad, en lugar de la verdad misma”, y refiere que lo nuevo
de la posverdad es la respuesta del público ante la mendacidad de los
políticos. La actitud hacia la verdad ha cambiado, y fruto de
ello, la respuesta del público, por lo que, siguiendo a Rider[19],
el mundo parece haber quedado dividido entre los “expertos” que comparten
opiniones afines a las propias creencias y emociones, por un lado, y el mundo
de lo falso, por el otro. Una época en la que según el filósofo A.C. Grayling, “Mi opinión vale más que los hechos'. Es sobre cómo me siento respecto
de algo. Es terriblemente narcisista”. Lo que importa es la nueva forma de
relacionarnos con lo que ocurre (o aparenta ocurrir); si nos causa indignación
o placer. Y que nos impulse a compartirlo y consolidar nuestros grupos de
referencia con los que damos por verdadero el asunto del que se trata.
“…Y ha sido empoderado
por el hecho de que cualquiera puede publicar su opinión en redes sociales”[20].-
El hecho de nuestras interacciones en la red no solo dibuje nuestro perfil
consumidor, sino ciudadano, político, de manera que esos algoritmos refinados,
que nosotros alimentamos con datos
incesantes, diseñan patrones de conducta, precisiones sobre nuestra
predisposición a asumir ciertas verdades y que nosotros mismos hemos
suministrado esa ingente cantidad en datos (con inclinaciones, preferencias,
gustos, quejas, rencores) que la verdad que aparece en pantalla esta
personalizada y, por tanto, se hace fácil comprar en cada caso, es una vedad
asumible “adquirible”, resulta creíble y fiable por que viene a adecuarse al retrato robot psicológico que nosotros
mismos proporcionamos. No es una verdad única, dice Harsin, se trata de
verdades plurales, estadísticas, diseñadas a medida del consumidor. Por
ejemplo, la periodista Julia Angwin y varios colegas suyos de ProPublica
descubrieron que Facebook “hacia posible que los anunciantes dirigieran sus
mensajes a los hilos de noticias de casi dos mil trescientas personas que
habían expresado su interés por temas como “odio a los judíos”, “como quemar
judíos” o “historias de porque los judíos arruinaron el mundo.”
Esta claro que el público podría compartir
desinformación, pero mucho más claro está que no podría crearla, mucho menos
manipularla a nivel tecnológico masivo, ya sea para que se oculte o para que se
propague, esto solo lo pueden seguir haciendo poderosos intereses económicos,
políticos o ideológicos.
Las operaciones de desinformación como propaganda de guerra se conciben
como acto de ilusionismo “Su objetivo es conmover a la gente para distraer
su atención y esconderle lo que no debe ver. El público juzga lo que ve,
(no puede hacerlo sobre lo que se le oculta) a través de la información que se
le proporciona constantemente, entonces, sin utilizar la mentira propiamente
dicha se logra el engaño de la opinión pública…”.
“…Y aunque a lo largo
de la historia siempre han existido, de un modo u otro, diversas formas de
control mental mediante la desinformación, la propaganda o la manipulación de
las emociones, podríamos estar asistiendo a los primeros compases de una nueva
modalidad de control —la más poderosa de todas—, que llegaría al mismísimo
sustrato biológico de la conciencia, la voluntad y la toma de decisiones. -”[21]
[1] Reyzábal, María
Victoria: Propaganda y manipulación. Acento Editorial, Madrid, 1999, p. 81
[2] Harsin, J. (2015). Regimes
of Post-truth, Postpolitics, and Attention Economies. Communication,
Culture
& Critique, 8(2), 327-333
[3] Del Fresno,
Miguel; El país, 2018, “Posverdad y desinformación; guía para perplejos”, El
País, 27/03/2018; sociólogo y filósofo, docente de la UNED e imparte clases en
diversos campus universitarios nacionales e internacionales.
[4] Kaminska, I. (2017) A module
in fake news from the info-wars of ancient Rome, Financial Times. Accedido
28/03/18:
[5] Thornton, B. (2000) The Moon Hoax: Debates About Ethics in 1835 New
York Newspapers, Journal of Mass Media Ethics, 15(2). pp. 89-100.
[6] Pizarro Quintero, Alejandro., Historia de la propaganda. Notas para un estudio de la propaganda
política y de ‘guerra’. EUDEMA, Madrid,
1990, p. 35
[7] Rahme-Barrios, Alfredo Jalife., “El hibrido mundo multipolar, un enfoque multidimensional”, Ed. Orfila. (2010)
[8] Merril, John C., y otros: Medios
de comunicación social. Teoría y práctica en Estados Unidos y en el mundo.
Fundación Germán Sánchez Ruipérez, Madrid, 1992, pp. 78-82.
[9] Hugo San Martín.La Guerra Híbrida Rusa Sobre Occidente” (2019)
[10] BAÑOS, Pedro., “El dominio mental, la geopolítica de la
mente” ed. Ariel, 2020. (Coronel
del Ejército Español de Tierra (infantería) especialista en geoestratégica,
defensa, seguridad, terrorismo yihadista e inteligencia)
[11] Harsin, J. (2015). Regimes of Post-truth, Postpolitics, and Attention Economies. Communication,
Culture & Critique, 8(2), 327-333
[12] Politólogo e
Intelectual Frances, experto en Derechos Humanos en la Conferencia sobre la
Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), redactor jefe de la publicación
mensual Maintenant. Es presidente de Réseau Voltaire y editor de una carta de
inteligencia política.
[13] María José García
Orta, Grupo de Investigación en Estructura, Historia y Contenidos de la
Comunicación
[14] https://elpais.com/internacional/2014/03/02/actualidad/1393756090_882149.html
[15]
https://www.thenation.com/article/archive/post-truth-and-its-consequences-what-a-25-year-old-essay-tells-us-about-the-current-moment/
[16] Álvarez Rufts, M,
(2019) Historia de la posverdad, origen y evolución.
[17] Ibáñez Fanés, J. (ed.) (2017). En la era de la posverdad. 14
ensayos. Calambur. Barcelona.
[18] D’Ancona, M. (2017). Post-Truth. The new war on truth and how to fight back. Ebury Press. London
[19] Rider, S. (2018). On Knowing How to Tell the Truth. En: Peters, M.A., Rider, S., Hyvönen, M., Besley,T. (2018): Post-Truth, Fake News. Viral Modernity & Higher Education. Springer. Singapur. Versión ebook.
[20] https://www.bbc.com/news/education-38557838
[21] Baños Pedro; “El Dominio Mental,
La Geopolítica de la Mente” ed. Ariel,
2020, dirige su atención en este nuevo libro a las técnicas que el poder
utiliza para controlar nuestras emociones, porque quien consigue manejar las
emociones es capaz de condicionar las decisiones de las personas.
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